Yo pregunto: ¿Puedo morderte?

Su respuesta: ¿Para qué quieres morderme? Podría doler.

Yo pregunto: ¿Por qué otro motivo lo haría entonces?

Su respuesta: No comprendo.

(Oh, pobre mío,

su confianza se cuartea al ver mi rostro)

Yo respondo: ¿Crees que todo trato bondadoso que te he brindado ha sido por nada?

Su respuesta: ¿No lo haces por amor?

Yo respondo: ¿Amor? Si, claro. Pero no me conformaré sólo con eso.

(Su postura a cambiado,

casi logro mi objetivo)

Su respuesta: ...

Yo respondo: Oh, no insertes pensamientos vanos respecto nuestros sentimientos.

Su respuesta: ¿Qué quieres entonces?

(Oh, tu rostro lleno de dudas e incertidumbres,

cuánto anhelé verle)

Yo respondo:

A ti, por completo, por entero.
Quiero cada cabello, tirar de cada uno de ellos.
Quiero destrozar lentamente cualquier pensamiento.
Morderte sería sólo el inicio.

¿Cuánto soportará tu piel sin rasgarse?

Su respuesta: ¿Quieres dañarme?

(Sus respuestas se vuelven débiles,

llenas de temor...)

Yo respondo: No, cariño mío, sería incapaza de tal atrocidad.

Te prometo ningún sufrimiento.
Te prometo disfrutarlo, por cada centímetro.

Su respuesta: Si no me dañarás, y no me provocaras sufrimiento alguno... ¿Qué harás?

Yo respondo: ¿Para qué confesar cada una de mis intenciones?

Esperaré cualquier oportunidad.
Guardaré las apariecias con quien gustes,
sólo tú sabrás bajo qué peligro te encuentras.
Deja que tus días pasen sin angustias.
En el preciso instante en que tu vigilia se pierda por completo,
por más misero que parezca el lapso, lograré mi objetivo.

(Dudas, ¿cuántas dudas se quedan reflejadas
en esas pequeñas coyonturas de tus labios?)

(Cada palpitar transporta una a una
esas pequeñas gotas rojas.
¡Todas las puedo ver!
A todas las cazaré)